El abandono también llegó a los caminos de la ciudad colonia |
Llegaron a la isla sin previo aviso desde un mundo lejano y desconocido. Parecían dioses llegados en pájaros de viento que anidaban en el mar. En su interior traían animales no conocidos y la piel de los hombres era de metal; todo era diferente: su lengua, sus dioses, su búsqueda incesante de las piedras amarillas.
La vida y la muerte estaban en la punta de sus espadas y sin razones aparentes tomaban posesión de la tierra. En corto tiempo eliminaron la raza indígena y la vida ya no era la misma.
Diferentes gobernadores ejercieron su mandato por corto tiempo, siendo el primero el almirante Cristóbal Colón, seguido después por Francisco De Bobadilla, fray Nicolás De Ovando y otros, cada uno marcando la joven ciudad de Santo Domingo y dándole forma y preparándola para un destino que no estaba en ella.
De todos los gobernadores, el más importante fue Ovando, que vino con unas instrucciones precisas del Rey para transformar las diferentes etapas.
Del descubrimiento a la colonización, de la improvisación a la planificación del manejo privado a la política real
Llevando a cabo la orden de pacificación de la isla, ejecutaron la matanza de Jaragua sin importar el medio sino los resultados. Una vez terminada la “pacificación” y organizada la explotación del oro, estaban los resultados a los niveles esperados en la minas de Santo Domingo. Las minas tuvieron una vida muy efímera, puesto que los nuevos yacimientos de México y Perú ofrecían una producción mucho mayor.
La organización para la colonización y las leyes de Indias que debían regir el proceso fueron terminadas y después instrumentadas. El trabajo de Ovando terminó nueve años después de su nombramiento. También estaba terminada la importancia de Santo Domingo como célula base de la colonización de América. Pero ya la vida de la colonia de Santo Domingo entraba en una etapa donde la madre patria perdía interés en mantener su vínculo y comienza la decadencia de la Española.
La disminución de los ingresos como consecuencia del agotamiento de las minas no sólo mermó el interés de la madre patria en la colonia sino también en los habitantes. Se hizo necesario la búsqueda de soluciones a la situación, por lo que hubo que cambiar de la minería a la agricultura, dando paso a la etapa de la caña de azúcar, que se abrió un mercado importante en Europa. Es la época de la azúcar, pero pronto también este renglón comenzó un declive en los pedidos, debido a que había otros países que ofrecían el producto. Se produjo una marcada orientación hacia el campo; los productos se suceden por breve tiempo, el jengibre y tantos otros nombres están en la lista, pero dependen fundamentalmente del comprador, cada vez más esporádico.
Arrabalización de la ciudad
La ciudad de Santo Domingo entró en una etapa, primero de migración de las familias que buscan en las nuevas tierras más ricas un futuro más prometedor. Eso trajo como consecuencia la arrabalización de algunos sectores de la ciudad que fueron abandonados, los cuales fueron prontamente ocupados por sectores de profesiones viles, como eran conocidos los sectores obreros. Los obreros se mudaron a los edificios que fueron abandonados, como es el caso del convento de Santa Clara, y así la ciudad comenzó a tomar una nueva fisionomía.
El eje norte-sur, trazado originalmente en la ciudad ovandina, desaparece con el inicio del abandono del comercio mineral, esencialmente del oro. Ya no era igual la frecuencia de llegada y salida de las carabelas. En esos momentos, el muelle era el inicio de la ciudad desde donde nacía el camino que subía la loma y al llegar al firme iniciaba la imagen de la ciudad con el espacio urbano marcado por la imponente silueta del edificio que acogía a la Real Audiencia y el Palacio de los Capitanes Generales, definiendo la plaza pública utilizada como mercado a un lado y frente al gran edificio está el primer espacio público del período colonial. Desde ese punto nace la calle Las Damas definiendo el esquema urbano ovandino con el eje norte-sur, producto de la vida en esa primera etapa de la colonia.
La razón de la vida hace que todo el esquema urbano cambie radicalmente. Ya no hay oro en la isla y por lo tanto la minería desaparece y aparece la agricultura. Las zonas de cultivo estaban al oeste de la ciudad en donde aparece el nuevo eje este-oeste que une la vida con la ciudad, que pasó a ser el eje de crecimiento definitivo de Santo Domingo.
La Casa de la Contratación de Sevilla que establecía una serie de medidas rígidas que prohibían la negociación con otros países, fue la razón de la decadencia de la producción agrícola. A mediados de 1495 ya las grandes potencias tenían perfecto conocimiento del descubrimiento y dado que no participaban de las riquezas, primero crearon la piratería para asaltar las carabelas en su viaje de regreso a España y posteriormente se dieron licencias para piratear los barcos españoles de parte de las grandes potencias como Inglaterra, que creó la patente de corso, cuyos ejecutantes fueron llamados posteriormente corsarios, quienes tenían la obligación de compartir un porcentaje de sus asaltos con la potencia que los patrocinaban.
Ya para el año 1543, el rey de España dispuso que los barcos que partían del puerto de Sevilla con destino a las colonias americanas, llamadas Indias Occidentales, debían hacer sus travesías en flotas: Es decir, que los galeones o barcos de carga debían viajar custodiados por navíos o barcos de guerra para evitar los asaltos o robos de los barcos piratas que desde 1520 venían pirateando los barcos españoles, produciendo una merma en los ingresos entre España y sus posesiones de ultramar.
Esta ordenanza real originó el Sistema de Flotas, que viajaban dos veces al año. Esta disposición originó que una flota llegaba a Portobelo, actuales territorios de Colombia y Panamá, y otra se dirigía a Veracruz, México para luego juntarse en la bahía de La Habana, que había desplazado a Santo Domingo como el puerto más importante en el principio del período colonial.
La adopción de estas medidas marcan el inicio del final de la isla como colonia española, en un largo y penoso proceso de decadencia consecuencia inmediata de las rígidas medidas políticas y económicas españolas.
La Orfandad como sentimiento de una población que no conocía otra forma de gobierno que no fuera colonialista, se acentúa en generaciones por venir el sentimiento aunque muchas veces fue indefinido. Lo definen como un abandono, pues las decisiones de España estaban relacionadas a su supervivencia en la zona continental europea.
Auge del contrabando
Desde la década de 1520 aparecieron los piratas en las costas de la isla, atacando ciudades como Azua, Ocoa y la capital, por lo que se propuso amurallar a Santo Domingo como medio de defensa, pero el poco interés que tenía España hacia la colonia, hacía que ésta no tuviera guarniciones ni una defensa real.
Ya para el 1586, el corsario inglés Sir Francis Drake atacó la capital de la isla y la tuvo bajo su control durante un mes, destruyendo una tercera parte de la ciudad. Este hecho tuvo repercusiones tanto del lado español como del lado de los piratas. Estos últimos llegaron a la conclusión de que era más productivo en la costa norte de la isla hacer un sistema de contrabando, el cual se convirtió en un negocio altamente productivo para las dos partes.
En aquel momento las pieles eran muy preciadas para con ellas confeccionar todo tipo de artículos en el continente europeo. Estas relaciones duraron más de 40 años entre los piratas y los vecinos. Todo esto era posible gracias al poco interés que tenía España en el destino de la isla.
Llegaron a formarse códigos para reunirse en los puntos acordados. Para eso, las naves de contrabandistas disparaban dos piezas de artillería. De esa manera se iniciaba la feria de intercambios. Los comerciantes de diferentes naciones (portugueses, holandeses, franceses, ingleses), las mercancías que traían negros esclavos, como telas, vinos, herramientas, armas y todos otros artículos, eran cambiados por pieles, sebo, azúcar y un poco de oro que aún se recogía.
Las mercancías mas codiciadas por los vecinos eran los esclavos y por los comerciantes extranjeros las pieles. Un negro esclavo valía entre 40 y 50 pieles. Se necesitaba la mano de obra, pues España ya no daba permisos.
La ciudad de Santo Domingo crecía hacia el oeste cada vez con casas más pequeñas y de peor calidad. La respuesta a todo lo que sucedía con el contrabando prácticamente alrededor de toda la isla, que también involucraba a la sociedad de más alto nivel y también a las familias más poderosas y a los funcionarios coloniales, era indiferente para España.
Surgió un nuevo aspecto en el panorama que gravitaba sobre la isla y fue la religión protestante de muchos de los holandeses que movió al arzobispo de Santo Domingo fray Nicolás Ramos a escribir al Rey sobre la situación, mas bien sobre el aspecto religioso que sobre el aspecto del contrabando como forma de sobrevivir.
Pero la amenaza del contrabando se convirtió en una realidad para los comerciantes de Sevilla. Surgieron varias alternativas de soluciones. La que fue más aceptada fue despoblar las zonas donde hubiera posibilidad de contrabando. Para esos fines fue encargado el capitán general Antonio Osorio, el cual no sólo quemó y arrasó las propiedades sino que también provocó revueltas populares. Todo cuanto aconteció en la isla tuvo un reflejo en la ciudad de Santo Domingo. Unir los pasajes históricos con las huellas urbanas, como manera de poder entender a Santo Domingo, de la ciudad se fueron como llegaron.
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